Este
artículo tiene poco contenido astronómico al principio y recoge sobre todo vivencias
personales que es muy posible que no te interesen. Si es así, puedes saltarte unos cuantos párrafos o leer alguno de los muchos post que puedes encontrar en el índice. Pero este es mi blog y para mí era obligado
recogerlas.
Gran
parte de mi vida, mi trabajo, mis aficiones y mis quehaceres diarios e incluso la
relación con muchos de mis amigos giran en torno a
la astronomía, su enseñanza y divulgación.
Y justamente hoy, 17 de julio de 2018, se cumplen 40 años desde el
momento en que entré en "esta extraña secta" de personas que les gusta mirar hacia arriba.
El momento en que me aficioné al mundo de los astros coincidió con el que conocí la Estrella Polar, y ella fue la culpable.
Mucha
gente suele preguntarme si ya desde pequeño me gustaban esos asuntos de los astros, y cómo
fui progresando en esta afición.
No.
Yo únicamente conocía "El carro" de la Osa Mayor y desde el
pueblecito de mi madre donde pasaba los veranos bajo un cielo excepcional solía mirarla, sentir esos puntitos lejanos e
imaginar lo que podían ser y lo lejos que podían estar… pero nada más.
También me viene a la memoria un eclipse de Sol que pude ver con 14 años, utilizando un cristal ahumado.
Me gustó, sentí una sensación extraña al observar aquel curioso fenómeno y el recuerdo más nítido que me ha quedado es la pena que me dio cuando se acabó. Pero sobre todo porque todo volvió a ser como antes y
aquella circunstancia extraordinaria que había roto la rutina diaria había
desaparecido.
Pero el
momento en que realmente decidí, de pronto, que la Astronomía iba a ser mi
nueva afición y me puse a cultivarla en serio y de manera metódica, fue en la
mencionada fecha de 1978.
¿El
motivo de tan repentina decisión? Fue por dinero. Así lo suelo soltar, medio en broma medio en
serio, cada vez que sale el tema.