Es muy posible que alguna vez lo hayas visto cuando estabas
mirando los astros, o simplemente tenías la vista en parte por encima del
horizonte. De pronto, una intensa luz se enciende, manteniéndose durante unos
breves segundos antes de desaparecer.
Mucho más potente que cualquier estrella o planeta, puede verse incluso desde las ciudades con gran contaminación lumínica porque su brillo puede superar la magnitud -8. (Como el brillo de una fina luna creciente pero concentrado en un solo punto). Los más brillantes teóricamente podrían verse a simple vista de día, aunque en este caso la dificultad está en saber exactamente dónde aparecerá, ante la falta de referencias.
Si
estabas en un lugar con un cielo limpio, antes del fogonazo podrías haber visto
la típica débil luz de un satélite artificial que va moviéndose, y cómo de
pronto la luminosidad aumentaba enormemente, mientras que después del destello puede seguir viéndose moverse muy débil. Pero lo habitual es que solo se vea el
fogonazo.
Es
un “iridium”
Aunque
pudiera pensarse que estos fogonazos están programados y tienen una finalidad
concreta, lo cierto es que son fruto de la casualidad.
Son producidos por unos satélites cuyo nombre, que tal como he dicho es Iridium, al reflejar la
luz del Sol con una de sus antenas y dirigirla a un lugar concreto de la
superficie terrestre donde es de noche, de manera similar a como cuando después
de ponerse el Sol todavía incide en alguna torre alta acristalada y nos refleja
su luz.
Se
trata de satélites de comunicaciones y su nombre es curioso porque los llamaron
así ya que inicialmente se pensó en lanzar una flotilla de 77 satélites y
precisamente el 77 es el número atómico del elemento químico iridium. Podría
imaginarse los 77 electrones girando alrededor de la Tierra según un modelo
atómico de ese elemento.
Justamente el 1 de noviembre, se cumplen 20 años de su puesta en funcionamiento y en parte
por eso he escrito ahora este post.
Sin
embargo el proyecto no se llegó a culminar. Tuvo problemas económicos y solo se
lanzaron 66 satélites, con los que parecía que se cubría todo el campo, pero a pesar de ello
nunca se ha pensado en cambiarles el nombre.
Aunque
no haya tantos, son suficientes como para que de vez en cuando nos ofrezcan
bonitos e inesperados destellos.
Incluso
desde una ciudad, con gran con contaminación lumínica, pueden verse fácilmente.
Imagen tomada desde mi casa, de un iridium de magnitud -5.2, junto a la estrella Altair |
Se aproxima el final del espectáculo
Si
nunca has visto un destello de un satélite Iridium, date prisa porque cada vez
quedan menos oportunidades. La flotilla de satélites puesta en funcionamiento
hace 20 años está siendo sustituida por
otra con elementos más modernos y efectivos para su objetivo comercial, pero
que no producirán destellos. Parece ser que el número de éstos va a ir
disminuyendo y a principio de 2019 ya serán muy escasos y llegarán a desaparecer.
Pueden
verse por casualidad, pero evidentemente si estamos interesados en observarlos
es imprescindible conocer previamente cuándo y dónde se verá. Esta información
está en la web heavens-above.com
Aparecerá una relación de los que se puedan ver en los próximos días. Además proporciona la hora y las coordenadas del lugar del destello (altura y azimut), aunque ese lugar también se puede obtener gráficamente.
Seleccionando uno de ellos lo sitúa en un mapa
del cielo junto con la trayectoria. Pero solo cuando esté en el lugar marcado (he
añadido un círculo rojo) se producirá el fogonazo.
Tal
como se puede ver en la relación anterior (que recoge un ejemplo con 3
destellos) la magnitud con que lo vemos varía mucho solo con movernos unos
kilómetros:
El
brillo real del fogonazo puede llegar a ser mayor que la magnitud -8, pero solo lo
percibiremos así si el centro del haz de luz del Sol reflejado por la antena
apunta directamente a nuestra posición. Según estemos situados a varios
kilómetros de distancia de ese punto, el brillo que veamos será menor.
Desde un punto situado a menos de 2 kilómetros del centro del fogonazo, el
brillo prácticamente se mantiene; pero a casi 30 kilómetros (el tercer satélite de la lista) ha
bajado 7 magnitudes.
Este
pasado verano obtuve imágenes de dos iridiums de magnitud -8.2, y es posible
que sean los últimos que vea tan
brillantes, a pesar de que las condiciones no eran buenas …
El 24-8-18. A pesar del gran brillo de la Luna casi llena y de la neblina que difundía aún más su luz, este iridium de magnitud -8.2 destaca junto a la constelación del Cisne. |
Son
numerosos los satélites artificiales que pueden observarse, aunque la mayoría
son muy débiles. Para poderlos ver, lógicamente es necesario que sea de noche
(con la excepción apuntada de algunos destellos de iridium) pero que al
satélite le dé la luz del Sol.
En
el punto A es el comienzo de la noche. Puede verse el satélite cuando está en el lugar 1 porque todavía
le da le Sol, pero no en el 2 porque aunque esté por encima de su horizonte ya no recibe la luz solar y lógicamente estará oscuro, eclipsado por la sombra de la Tierra.
En
el punto B, al final de la noche, puede verse el satélite en 4 porque ya recibe
los rayos solares, lo que no ocurría en 3, donde es inobservable por estar todavía eclipsado.
En
las horas centrales de la noche, entre A y B, normalmente no se ven satélites
porque los que pasan por encima del horizonte están eclipsados.
Sin
embargo en fechas próximas al solsticio de verano, en latitudes medias se pueden
ver a casi cualquier hora de la noche algunos satélites cuya órbita se sitúa en
puntos de elevada latitud, debido a que la inclinación y orientación del eje de
la Tierra hace que el Sol incida sobre la vertical de algunos lugares donde ya
es plena noche, y puede ser reflejado por los satélites que transiten por
ahí, tal como expliqué al final del post
que dediqué a los eclipses de la Estación Espacial Internacional que, por
cierto, también este mes de noviembre cumple 20 años. El primer módulo fue
lanzado el 20-11-1998.
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