Puede parecer increíble, cómo algo tan pequeño (menos de 1 centímetro ) que está
tan lejos (a unos 100
kilómetros ) pueda producir un efecto tan llamativo, y no
solo eso, tan especial que haya creado la tradición de pedir un deseo al verlo.
Son las estrellas fugaces.
Se producen cuando algo parecido a un grano
de arena proveniente del espacio, normalmente un pequeñísimo resto de un
cometa, entra en la atmósfera, la ioniza y da la impresión de que es una estrella que cae.
Ya se acerca una nueva ocasión para intentar verlas. El día 18 de noviembre, lluvia de estrellas
fugaces, las Leónidas; aunque en realidad puede verse alguna tres o cuatro días
antes y después de esa fecha. Como es habitual, reciben ese nombre porque sus
trayectorias parecen surgir de un punto en la constelación de Leo. A ese punto
se le llama radiante y ahora está situado en una zona del cielo cercana a los llamativos planetas Venus y
Júpiter, por encima de ellos.
De todas formas no te hagas demasiadas ilusiones porque el título del post no hace referencia
a la lluvia de este año, de la que no se
espera demasiado, sino a las Leónidas en general porque posiblemente sea la
lluvia más interesante históricamente y en ocasiones ha dado espectáculos impresionantes. Aunque solo sea por eso, merece la pena hablar de ellas.
Llevo muchos años observando lluvias de estrellas fugaces
como mero aficionado solo por placer, y desde luego la lluvia de mi vida, con
muchísima diferencia, fueron las Leónidas de 1999 desde un apartado lugar de la
provincia de Segovia de cuyo nombre no puedo dejar de acordarme.
Cada lluvia de estrellas fugaces está relacionada con un cometa,
y en este caso se trata del Tempel-Tuttle, Los
restos de polvo y pequeños granos de roca que se desprendieron del cometa cuando éste se acercó al Sol y
formaron la cabellera y la cola, quedan diseminados por las proximidades de su
órbita y cuando la Tierra
intercepta estos granos de polvo se producen las estrellas fugaces o meteoros.
Siempre en las mismas fechas porque en el punto en que se cruzan las órbitas
del cometa y la de la Tierra ,
nuestro planeta está siempre en la misma fecha, aunque en realidad puede haber
ligeros cambios sobre todo a largo plazo por diversas razones.
La lluvia más famosa a nivel popular es la constituida por
las Perseidas, que se ven hacia el 12 de agosto, y que rondan una THZ (Tasa
Horaria Zenital) de 80 meteoros, luego explico esto de la THZ , y la más abundante las Gemínidas, el 14 de diciembre con unas 120. De las Leónidas de este año no se
espera una THZ mayor de 20.
Cuando se producen las diferentes lluvias de estrellas
fugaces, la gente casi siempre se siente defraudada e incluso engañada, por los
medios de comunicación. Esta frase la he oído muchas veces: “El pasado agosto
dijeron en la tele que habría unas 100 estrellas fugaces cada hora pero nosotros en
media hora solo vimos 4, y nos marchamos decepcionados”
En este asunto en muchos casos la culpa no suele ser de los medios, sino de los astrónomos y divulgadores que no se lo explicamos bien, o dejamos caer unas cifras que suponen un aspecto técnico pero no reflejan la realidad que va a encontrar la gente.
Para cuantificar el número de meteoros que podrán verse se
utiliza la mencionada Tasa Horaria Zenital (THZ), normalmente en el momento del
máximo, que indica cuántos se verían en una hora en condiciones ideales: El
cielo limpio de nubes, sin Luna ni contaminación lumínica, cubriendo el
observador todo el cielo, observando en el momento de la máxima actividad de la
lluvia, y con el radiante en el lugar más alto del cielo.
Un observador ocasional nunca cumple estas condiciones,
entre otras cosas porque en la mayoría de las lluvias el radiante está alto de
madrugada y a esa hora solo los verdaderos aficionados expertos suelen estar al
pie del cañón.
Además las dos últimas condiciones solo se cumplen
simultáneamente en una determinada zona del planeta, y normalmente ahí está la
ley de Murphy para hacer que ese año que la Luna no molesta, esa zona tampoco sea la nuestra.
Por eso, en una observación normal de personas simplemente
curiosas, en la primera mitad de la noche, en un lugar medianamente oscuro,
puede ser razonable esperar ver entre una quinta o una décima parte de lo que
dijeron en la tele. Por supuesto esta décima parte variará a más o a menos
según cada uno de los factores señalados.
El astrónomo le dice al periodista que habrá una tasa horaria
de 100, y el periodista interpreta que se verán 100 cada hora y así lo cuenta.
Luego el observador prepara un montón de deseos, y se queda frustrado sin poder
pedirlos.
Si actualmente las leónidas apenas ofrecen 15 o 20 meteoros a la hora,
¿Por qué son excepcionales? Como se ha dicho, históricamente ha habido algunas
lluvias de leónidas extraordinarias y además, a veces suelen dar sorpresas
inesperadas con una actividad mayor de la prevista, o también mucho menor.
El cometa Tempel-Tuttle tiene un periodo de
33,2 años, y después de que pasa por las cercanías del Sol deja tras de sí
abundantísimos restos que con el paso de los años se van diseminando. Esto
ocurre también con otras lluvias como las Perseidas, pero en menor medida. Las
lluvias del primer o primeros años tras el paso del cometa serán las mejores
con mucha diferencia.
Por ejemplo en 1833 en algunas zonas de Estados Unidos no dejaron de aparecer
montones de leónidas durante más de 6 horas y alguien estimó que se habían
visto más de 200000. Algunas personas la noche siguiente se extrañaban de que
todavía quedasen estrellas en el cielo con todas las que habían caído, aunque
sabemos que no tienen nada que ver con las estrellas.
33 años después en otra gran lluvia se contaron 6000
meteoros cada hora.
Recordando que también habían ocurrido en 1766 y 1799, la periodicidad quedaba clara y se
esperaba otra lluvia en 1899, pero no llegó. Ocurre a veces, que los planetas
exteriores, sobre todo Júpiter, modifican la trayectoria de estas partículas y
se desvían del camino de la
Tierra, e incluso pueden modificar la propia órbita del cometa.
En 1933 fue una lluvia normal, pero en 1966 fue tremenda. Nada
menos que una tasa de 100000 meteoros por hora, aunque solo durante unos 20
minutos. Cuentan que la gente, asustada, creía que llegaba el fin del mundo y
corría a refugiarse en sus casas.
.
La poca inclinación de las órbitas y el sentido contrario en
el movimiento hace que especialmente en esta lluvia el radiante esté alto de
madrugada, que es cuando la
Tierra avanza hacia nuestro “arriba” y sea el mejor momento
de observación.
En cuanto a la fecha en que se produce el máximo de
meteoros, actualmente es el 18 de noviembre pero ha ido cambiando con el tiempo
debido a varios factores. Las leónidas se han ido retrasando apreciablemente a lo largo al menos de los últimos 10 siglos. Ya hablaré de ello con ocasión de otra lluvia para no alargar esto.
A pesar de que los mejores años de las leónidas ya pasaron, y a la espera de 2033, este año parece que Murphy sigue de vacaciones: Según las previsiones el máximo
será el día 18 a
las 5 (hora oficial) y en la península coincide con el radiante en lo más alto.
En Canarias no tanto, pero tampoco será mala posición. Además a esas horas la Luna ya se habrá puesto y no
molestará. Solo tendremos que madrugar un poco y si no hay nubes pillaremos las
condiciones ideales. Alguna ya veremos. En América lo verán con el radiante
demasiado bajo y la Luna
alta, molestando.
No obstante hay otros cálculos que sitúan el momento del
máximo en la tarde anterior, el día 17 a las 22h. Si así fuese, el radiante estaría
debajo del horizonte y no veríamos gran cosa. Los chinos, en cambio, lo tendrían
muy bien.
Este tema del cálculo de la hora del máximo y otras
circunstancias de las lluvias de meteoros es uno de los pocos en astronomía en
que no se sabe exactamente como y cuándo ocurrirá, por lo que puede haber
varias hipótesis.
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